canciones de banda sonora...
Estaba puesta la emisora aquella... hacía tiempo que no reparaba en un dial tan interesante. La música era tremenda... mente... atemporal y mágica. Las calles pasaban a ambos lados, cortando el aire con el metal del chásis; oscuras, vacías: gris oscuro, ausentes.
Distinguía detrás del cristal cómo las ruedas traspasaban charcos, pasaban por encima y separaban el agua sucia y turbia. Pero fuera también se proyectaba otra imagen: valles y montañas inmensas, tal vez, del sitio donde la lluvia cae-de-manera-típicamente-(...)-de-lado
Dando las gracias primero, bajando despacio, y prolongando aquel momento con los auriculares... Cerré con un portazo. Apenas llovía, pero resultaba extremadamente agradable pisar los charcos, caminar atravesando el pasillo de escaleras que se acerca al portal, entre árboles oscuros, dejando una galería angosta entre medias, un pasadizo sin iluminar. Parece que nadie quiere arreglar las farolas que se fundieron hace semanas...
Sin luz, ni un ápice. Deslizando los pies entre escaleras y rampas. Con la única iluminación de farolas que quedan lo suficientemente lejos, y de una luna que extiende su reflejo de manera vaga entre nubes azul marino. Impulsada por un direccionamiento inconsciente.
La luz de estos días ha sido ténue, y "entre bruma y resol". De la que gusta.
Con cierto frío que hace sentirse vivo. Pero anoche me gustó más.
Nada más bajar del coche y empezar a bajar la calle hacia casa, un viento sacudió aquellas hojas -enganchadas en ramas que asemejan dedos esqueléticos-, y me mojó la cara y el pelo... un poco. En la quietud, la oscuridad de los adoquines que siempre había detestado, noté bailar el viento en los charcos. Lo suficiente. Imprescindible, o no. Suficiente como para querer quedarme así mucho rato. Con una sonrisa imborrable de satisfacción incontenible...
Seguí bajando, seguí doblando con respeto aquellas piedras... y me paré deslumbrada por tantas cosas agradables, y entre malabares de desequilibrio, que me rodeaban. Hacía mucho que no me enamoraba de la noche oscura, sin luna, y empapada de ganas de llover. Satisfecha por haber visto y notado llover un rato...
Tienes razón, -en el fondo- nos encanta enamorarnos