Image hosted by Photobucket.com


______________________________________________________________________________

lunes, julio 20, 2009


Ayer tuve una pesadilla: se había parado el reloj 6.984 horas. Sumaban 41 semanas y nada había cambiado entre aquel día frío de noviembre, con chaquetas de pana y faldas bonitas y aquel bochornoso mes de julio asfixiante en Madrid. Todo seguía igual: su sonrisa, sus ojos, sus manos... Todo menos las despedidas y los abrazos. Los abrazos flojos, desganados y sinsentido dolían más pisar por error cristales en el asfalto... Dolía. Duele todavía. Porque todavía late, y porque él hace mucho que da cuerda a su vida sin contar conmigo.