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martes, diciembre 26, 2006


me, the past and us

Te oí el viernes. O el sábado. La verdad es que termino por perderme con tanto día festivo. Hablabas desde otro número, desde su número, y desde un rincón del puerto. Sé que hacía frío, porque oí tus dientes tililando... Oí el salitre del mar, negro; te oí reír, y recordarnos, y conseguí oler el café que tenías ganas de vernos tomar juntos. Noté que me cogías de la mano al otro lado de la línea y que no dejábamos de guiñarnos, lo ví perfectamente. Vi tus enormes y achinados ojos verde oscuro reírse y tus manos temblar en el bolsillo, y dibujé con trazo severo los bordes de tu cuello, rígido, como yo sé que se pone cuando estás intentando que no se note que algo te hace mucha ilusión o que estás contento. O ambas cosas.

Sé que nunca podremos dejar de ocuparnos un trocito del alma opuesta, ¿y sabes por qué? porque jamás nos hicimos daño. Y el otro día sonreí por ello al colgar, y después, dando vueltas por la calle de madrugada...

Y el caso es que llamó él, desde tu número, y algo aquí durmió esa noche encantado... Me abrazó desde lejos y me besó en la frente, como mucho tiempo antes; cuando me mordía los dedos en la barandilla de la playa, y cuando nos moríamos de risa detrás de los coches del callejón de aquel santo. Yo te buscaba entre la gente, y aparecías, y siempre nos reíamos, y hablábamos de nada durante horas.

Crecimos media adolescencia juntos, tres más de la cuarta parte. Y me regañabas por enamorarme de otros, y por besarme con aquel chico, mayor que tú y mucho más guapo, pero que me haría daño. Sabías quedarte al margen y echarme la bronca justo cuando ya no podrías hacerme llorar. Me llevabas palabras en frascos y me reías borracho desde el otro lado del bar, porque recordabas una cara, un gesto, una canción que los dos identificábamos.

Hoy sé que jamás podrás pasar a la historia, porque ni yo pasé de la tuya, ni tú de la mía; siempre estuvimos en onda para no perdernos, y planeamos vidas separadas desde le principio. Compartimos besos muy jóvenes, y tan inocentes que hoy resultan sellos pequeños y perfectos en las cartas que cierran nuestro pasado.
Pero (CASI)nunca nos mentimos (sólo por no hacernos daño) y nos cuidamos desde lejos, y seguimos siendo amigos, aunque apenas nos veamos, ni contactemos, ni nos contemos. Seguimos encontrándonos detrás de los años que llevamos encima, siempre nos reconocemos sin dificultad. Y es porque nos quisimos bien, y supimos querer ser amigos así, sin más. Pero sin mucho menos...