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miércoles, octubre 11, 2006


boceto

acto de afilar un lapicero

La punta está perfectamente afilada, pero la madera no es redonda ya. Acaba de ceder su forma a la manera artesanal de sacarle punta a un lápiz. Para hacer deberes.

Es como una especie de hexágono; la prolongación de las aristas del lapicero.

Abre su cartera; la suele tener en el bolsillo, o encima del mueble del salón de la casita, y saca una de sus míticas cuchillas. Sólo se las vi a él. Era uno de sus múltiples encantos: esa manera especial y única de afilar lapiceros...

La agarra con sus dedos afilados -con las uñas perfectamente cortadas-; dedos de trabajador: de sastre, de galán humilde, de vendedor de papel de fumar, de niño bueno en la guerra, del lado republicano; sus manos de taquillero, de oficinista, de sabio; de hombre metódico y pulcro, de abuelo... y lo acerca al lapicero.

De un primer estoque, arranca la madera, que a su parecer, sobra, entre la base, y la mina. Gira entre sus dedos el lápiz, para tratar el carbono de esa parte.

Y huele, desde el primer momento, a lápiz, a historia imborrable...

(pd: y a que acabaré, cuando vuelva a subir al metro y no haya una tipa en frente jugando con el móvil con sonido...)